martes, 9 de abril de 2013

ALZHEIMER


      Alzheimer.

¿Y tú haz escuchado del Alemán?

El Alzheimer es una enfermedad mental considerada como terminal, es una de las enfermedades más temidas entre los adultos mayores, ya que despoja de manera gradual la inteligencia, conciencia e incluso la capacidad para controla las funciones corporales del adulto mayor, lo que causa finalmente la muerte.

El riesgo de que aparezca esta enfermedad aumenta notablemente con el incremento de los años. Los síntomas generalmente aparecen cuando ésta ya es algo avanzada. Los síntomas clásicos de esta enfermedad son:

  • §  Debilitamiento de la memoria. El primer signo en este síntoma es una notable incapacidad para recordar eventos recientes o para asimilar información nueva.
  • §  Deterioro del lenguaje.
  • §  Déficit en el procesamiento visual y espacial.
  • §  Cambios en la personalidad, apatía, rigidez, egocentrismo.
  • §  Deterioro del control emocional.
  • §  Ansiedad y depresión.
  • §  Irritabilidad.
  • §  Delirios.
  • §  Desvaríos.

 A continuación se muestra una tabla[1] de comparación entre la conducta normal de un adulto mayor y la conducta de un adulto mayor con Alzheimer:

CONDUCTA DE UN ADULTO MAYOR CON ALZHEIMER
CONDUCTA DE UN ADULTO MAYOR NORMAL
Olvido permanente de los eventos recientes; plantear las mismas preguntas de manera repetida.
Olvido temporal de las cosas.
Olvidar palabras simples.
Olvidar palabras complejas o inusuales.
Incapacidad para realizar las tareas rutinarias que implican muchos pasos.
Incapacidad para realizar algunas tareas difíciles.
Perderse en la cuadra donde vive.
Extraviarse en una ciudad desconocida.
Olvidarse que esta al cuidado de un niño y dejarlo solo en casa.
Distraerse momentáneamente y dejar de vigilar a un niño.
Olvidar lo que significan los números en la chequera y lo que debe hacerse con ellos.
Cometer errores en el balance de una chequera.
Cambios bruscos  y rápidos del estado de ánimo y cambios en la personalidad, pérdida de la iniciativa.
Cambios ocasionales en el estado de ánimo.
Poner las cosas en lugares inadecuados que la convierten en inservibles.
Colocar los objetos cotidianos en lugares equivocados.

Este tipo de enfermedad afecta la memoria a largo plazo, el juicio, la concentración, la orientación y el habla, lo cual afecta la realización de las actividades básicas diarias.
“Al final, el paciente no puede entender o usar el lenguaje, no reconoce a sus familiares, es incapaz de comer sin ayuda o de controlar los esfínteres y pierde la capacidad de caminar, sentarse y tragar alimentos sólidos. La muerte suele ocurrir entre ocho y diez años después de la aparición de los síntomas”.[2]
Se dice que la acumulación de una proteína llamada “betaamiloide” es la principal causa de la aparición de esta enfermedad.  Aunque  no se sabe a ciencia cierta cual es la verdadera causa de esta enfermedad, se cree que es por herencia genética.
Se da un deterioro de los lóbulos frontales, y algunas áreas del hipocampo, así como el encogimiento del cerebro. Algunas neuronas reducen su función o mueren.
Aun no se encuentra cura de esta enfermedad, existen algunos tratamientos tempranos que hace más lento el progreso de dicha enfermedad y mejora un poco la calidad de vida de los pacientes con esta enfermedad.
Se recomienda una buena alimentación basada en alimentos ricos en vitamina E, ácidos grasos n-3 y  grasa no saturadas no hidrogenadas; hacer ejercicio o mantenerse lo más activos posibles.
Podemos concluir que esta enfermedad es una de las muestras más relevantes de la importancia que tiene la pérdida de la memoria en la vejez, ya que esta enfermedad es lo que puede ocurrir en el peor de los casos en cuanto a la pérdida de la memoria.
He aquí la importancia de estimular la memoria en la etapa de la vejez y  propiciar en el adulto mayor la actividad del proceso de la memoria en sus diferentes etapas.




[1] Esta tabla fue sacada del libro: PAPALIA, Diane E.et.al. Desarrollo humano. p.571.
[2] Ídem. 


FUENTES BIBLIOGRÁFICAS

PAPALIA, Diane E. et.al. Desarrollo Humano. 11ª ed. México, Mc Graw Hill, 2010.pp. 548-559





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